lunes, 9 de diciembre de 2024

Marilibro: En los juegos olímpicos.

 

Un día, en la biblioteca del cole, estaba Marilibro leyendo un cuento sobre deportes, tan concentrada y tan atenta estaba que comenzó a sentirse muy cansada y a entrarle un sueño repentino por tanto esfuerzo; empezó a encontrarse muy cansada y poco a poco se le iban cerrando los ojitos, se le abría la boca… y poco a poco se fue durmiendo.

Estaba soñando plácidamente con deportes de pelota, de raqueta, de natación, de bicicletas, saltos con pértiga, etc.  ¡Cuando de repente, PLOOM! Notó como el libro sobre el que estaba acostada se cerraba y se quedaba atrapada entre sus páginas. ¡Madre mía, vaya susto!

- Pero, ¿qué ha pasado? – dijo Marilibro- ¿A dónde me llevan? – No entendía nada.

 Yo os diré lo que había pasado. Marilibro se quedó dormida en un libro de un papá del cole, la niña es de las mayores de 6º de primaria, no sé si la conocéis se llama María, bueno al tema, el papá llegó corriendo a la biblio y no vio a Marilibro, y como tenía mucha prisa, cogió el libro el libro a loco y lo metió en su maleta, pues llegaba tarde al tren hacia León. Estuvo 2 horas en el AVE hacía Madrid y cuando llegó a la capital, se embarcó en un avión a Francia.

Marilibro, a todo esto, quería ver donde estaba y con sus patitas empujó muy fuerte las páginas del libro y consiguió abrirlo un poquito, lo suficiente para salir y asomar la cabecita por la cremallera de la maleta y se quedó alucinada… ¡Estaba viendo la torre Eiffel! Y en ese momento se dio cuenta que estaban en la ciudad de Paris.

- ¿Y cómo es que estamos en Paris? – se preguntaba Marilibro. Miró dentro de la maleta del papá y logró ver un ordenador, una tablet, un micrófono, una cámara de video… pero no entendió nada.

Así que salió de nuevo de la maleta y se posó sobre el hombro del papá y desde ahí podía ver todo. Entraron en un sitio muy grande, lleno de gradas, con asientos para mucha gente y vieron campos de futbol, de tenis, de baloncesto, una pista de atletismo, lanzamiento de pesas, un velódromo lleno de bicis… pero aun así no sabía dónde se hallaban.

Pasaron por un monumento muy grande que tenía 5 aros de colores, 3 arriba y 2 abajo; uno azul, uno negro, uno rojo, amarillo y verde. (Oceanía, Asia, África, Europa y América). Pero algo se le escapaba a nuestra amiga y todavía no podía reconocer el lugar donde se encontraba.

Marilibro estuvo un buen rato paseando en el hombro del papá, cuando este se paró y sacó de su maleta el micrófono y colocó la cámara de vídeo. Esperaron un poco y a lo lejos vieron una chica caminando hacia ellos, era muy alta y delgada, con el pelo y la piel morena, se acercó a ellos y les saludo.

- Hola Ana Peleteiro, ¿qué tal estás? ¿tienes tiempo para una entrevista? ¿Cómo ves la competición de atletismo ese año?

Ahí, fue cuando Marilibro se dio cuenta de todo… Paris… Las pistas de deporte… Los aros… Ana Peleteiro… ¡Estaban en los Juegos Olimpicos! Iban a hacer entrevistas a los deportistas. Marilibro estaba leyendo un libro sobre los juegos olímpicos cuando se quedó dormida.

Después de Ana Peleteiro, se acercó otra chica, era también alta y delgada y llevaba una raqueta en la mano… Era Carolina Marín, y les hablo sobre bádminton.

Luego, llegó corriendo una chica muy fuerte y con el pelo rubio… era Lidia Valentín. Pero Lidia tenía malas noticias.

- Necesitamos ayuda, mañana se inauguran los juegos y tenemos un serio problema con la antorcha olímpica – les dijo muy preocupada.

Marilibro conocía a Lidia porque como sabéis, Lidia Valentín es de Ponferrada y había leído todas las noticias que estaban publicadas sobre nuestra halterófila favorita.

               ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué a ocurrido? – se preguntaba todo el mundo en el estadio olímpico.

               - No podremos inaugurar los juegos… la antorcha olímpica que ha viajado por todos los países del mundo, pasado de mano en mano por los mejores deportistas que existen… se ha apagado – le dijo Lidia Valentín en el oído a Marilibro. – Tenemos que hacer algo, ¡no puede ser!  - dijo casi llorando.

               Marilibro pensó y pensó, pero ¿qué podría hacer una pequeña mariposa como ella? ¿Cómo podría conseguir que la antorcha volviera a iluminarse y poder terminar así su largo camino en la villa olímpica? Quizá, a pesar de todo ella podría hacer algo, quizá podría revivir la llama en la antorcha de una peculiar forma… pero no se atrevía.

               Lidia y otros deportistas estuvieron debatiendo que se tendría que hacer, ¿deberían cancelar los juegos olímpicos? Sin el fuego de la antorcha no se puede hacer la ceremonia de inauguración… pero si se cancelan los juegos, todos los deportistas y las personas reunidas se llevarían una decepción muy grande, sería la primera vez en la historia que se cancelan unos juegos por este motivo, todas las personas tendrían que irse a sus casas y todo el mundo había invertido mucho tiempo e ilusión en jugar estos juegos…

               Cuando ya pensaban en cancelar y la manera de explicárselo a todos los demás, Marilibro reunió toda su valentía y les dijo: no os preocupéis, tengo una idea, yo lo haré, haré posible lo imposible y conseguiré esa llama. Y comenzó a volar muy alto.

               Lidia Valentín al ver el valor de nuestra mariposa favorita le grito desde las gradas: “Si quieres algo, tienes que quererlo con fuerza”.

               Así Marilibro se llenó de más valor y fuerza todavía y cuando se acercó a la antorcha apagada comenzó a aletear con mucha fuerza, movía sus ala hacia arriba y hacia abajo con tanta tanta fuerza que comenzó a surgir un destello como el de una estrella fugaz, un brillo tan fuerte que dejó a todos alucinados, en sus alas se podía ver todos los colores del arcoíris y de repente: BOOOM! La antorcha por la fuerza de las alas de Marilibro volvió a arder y el fuego resurgió de las cenizas de la antorcha olímpica.

               ¡Bravo, bravo! – gritaba y aplaudía la gente por todo el estado – Viva Marilibro, vivaaaaaaa. Marilibro es la mejor, Marilibro es la mejor.

               Así al tener otra vez fuego en la antorcha se pudieron inaugurar los juegos olímpicos de Paris 2024, Marilibro se convirtió en la protagonista de la ceremonia todo el mundo quería hacerse fotos con ella. Pero, ¿sabéis lo que realmente quería Marilibro?

               Volver a Ponferrada y ver a sus niños del colegio de Flores del Sil.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado… y quien no levante el culo: ¡se le quedará pegado!


Marilibro: El secreto de la biblio del cole.

 Justo después de nacer, la oruga convertida en mariposa se fue volando muy muy lejos; hacía mucho calor, pues era verano y cuando estaba muy cansada, encontró un edificio de color azul muy bonito, con un patio por delante y otro patio con un parque por detrás. Se acercó hasta una ventana que estaba abierta y entró dentro.

               Se adentró en una sala muy grande, llena de estanterías repletas de libros, muchos libros… grandes y pequeños, gordos y delgaditos y de todos los colores que os podáis imaginar.  Y fue por todas las estanterías para mirarlos, pero ¡de repente! Se puso muy triste… se dio cuenta que no sabía leer.

               Entonces salió fuera de la biblioteca y se metió en el Aula de 2 años, y vio todas las cosas que los niños hacen allí, y cuando supo hacer todo lo que los niños de 2 años hacen solitos, salió por el pasillo y entro en la clase de 1º de infantil, y vio todas las fichas que hacen los niños de 3 años, vio las vocales la A, la E, la I, la O y la U y cuando aprendió todo lo que los niños de 3 años aprenden, fue corriendo a la clase de 2º de infantil y vio todas las cosas que aprenden los niños de 4 años, y aprendió los número del 1 al 10 y cuando aprendió todo lo que los niños de 4 años saben, entró en la clase de 3º de infantil y vio todas las letras de la galaxia de las letras, Palo Palote, Montañón, Lula Lulila, todas… así salió corriendo a la clase de 1º de Primaria y siguió estudiando todas las letras hasta que un día muy contenta muy contenta dijo: “!Ya sé leer!”

               Y voló todo lo rápido que pudo hacia la biblioteca y se leyó todos todos los libros, uno por uno. Cuando ya se había leído todos los libros del colegio, un día sonó un timbre y el colegio se lleno de niños que querían aprender. Así que la mariposa se puso muy contenta, pero se escondió en la biblioteca porque le entraron los nervios y no sabía como hablar con los niños.

               Un día entraron a la biblio unos niños malos, que no eran de este colegio, y se estaban portando muy mal, se subieron a las sillas, gritaban, se peleaban… y cogieron un libro ¡y lo querían romper!

-¡De eso nada! – dijo la mariposa.

Así que salió de su escondite y les riñó a los niños malos que se marcharon corriendo del colegio y no volvieron nunca más.

Las profes y los niños del colegio de Flores del Sil le dieron las gracias y le pidieron por favor, que se quedara en la biblioteca como guardiana de los libros.

Entre todos decidieron llamarle Marilibro, por su amor hacia los libros y ella aceptó encantada. Desde ese día Marilibro vive en la biblioteca y es la guardiana de los libros; quiere a todos los niños del colegio y les ayuda a elegir los libros más bonitos e interesante para cada clase.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, quien no levante el culo…

¡SE LE QUEDARÁ PEGADO!

viernes, 10 de junio de 2022

FLORES Y MARIPOSAS

 ¡Qué linda es la primavera!

¡Qué lindas las praderas!

El sol cubre la tierra entera,

y árboles y arboledas.

Qué bonito luce el cielo,

sin nubes, sin lluvia, sin viento.

Salen y crecen las flores,

Y surgen los grandes amores.

Qué contentos los niños,

Más aún los mayores,

que recargan sus pilas, 

inspiran y todo huele a lilas.

Mariposas, mariposas, mariposas

Salen a bailar, ¡no las cojas!

Sus colores también bailan,

flotan y se cambian.

Sed muy felices,

siempre y todos los días.

Sed risueños y alegres,

sed peces y liebres,

sed lo que queráis ser,

y para los demás, lo mismo pensad.


miércoles, 8 de junio de 2022

PIES DESCALZOS

 Sofía es una niña de 3 años que vive en Madrid con sus padres. Le gustan mucho los libros, los bebés, el chocolate y bailar a todas horas; baila tangos, salsa, rumba... ¡y menea su melena al ritmo de rocanrol! Pero lo que no le gusta nada es ponerse las zapatillas. 

Un día Sofía se despertó, se levantó, y cuando fue a ponerse las zapatillas... ¡habían desaparecido! Le pareció una cosa genial, ya no llevaría las pesadas zapatillas que tanto le molestaban. Se pasó todo el día sintiendo la libertad en sus pies, corrió de un lado a otro de la casa, se subió a todas las sillas, saltó por encima del sofá, dio patadas a todas las pelotas que había en la casa, pisó todas las miguitas de pan que había por debajo de las mesas, ¡fue un día fenomenal!

A la hora de irse a la cama, Sofía se puso el pijama y mientras se lavaba los dientes, notó como el agua del grifo le mojaba un poco los pies, provocándole una sensación muy placentera, cuando terminó, cerró el grifo y se disponía a meterse en la cama cuando ¡plas! ¡crash! ¡cataboom! Sofía se resbaló, y se cayó a suelo. 

¡Cuando daño se hizo en el culete! 

Se puso en pie, dio dos pasos y ¡paff! una puerta se puso en medio y Sofía le dio una patada. ¡Cuánto daño se hizo en los deditos!

Su mamá fue corriendo para ver que había pasado, y descubrió la escena. 

Sofía tenía el culete muy dolorido. Cuando mamá le miró los pies, vio que no tenía las zapatillas. Los pies estaban muy sucios, asique su mamá decidió lavárselos y mientras lo hacía le iba explicando a Sofía que las zapatillas son muy importantes. Cuidan de los pies, hacen que estén calentitos y limpios, y les protegen de los golpes.

Sofía desde aquel día pensó que las zapatillas era como superhéroes, siempre están preparadas para proteger. 

MISTERIOSO CASO EN QUINTANAR DEL NILLA II

 Había pasado la semana esperando que llegara este momento, Diego entró en casa de sus abuelos tan contento como siempre, Daniel le acompañaba.

Paula y Julia ya estaban en casa y como primas mayores se habían hecho cargo de la pequeña María, la benjamina de la familia.

Daniel saltó en el sofá asustando a las chicas mientras se reía y saludaba.

- ¡Daniel! ¡Vaya susto! ¡Vas a despertar a María! - le dijo Paula con cara enfadada. 

"Da ñiña dueme, shhhhhhhh" dijo Julia con el dedo índice en la boca.

Diego se sentó también en el sofá, y meció un poco el carrito de María para que no se despertara.

- Mi hermana y yo llevamos ya un rato aquí con María, ¿Dónde os habíais metido? 

"La Tía Virgi y mi madre han estado preparando el maletero del coche porque no sé de donde venían hoy" - contestó Diego.

Daniel propuso jugar al VeoVeo, y aunque no se sabía todas las letras, lo hacía muy bien. Diego y Paula acertaban siempre y Julia como no se entraba muy bien del juego, decía todas las palabras que conocía.

"Perrito, mamá, casita, tata, chicha, ..." - aunque a veces no le hacían caso.

El abuelo Miguel entró en el salón, dio un besito a los niños y se sentó en el sillón buscando el mando de la tele.

- Abuelo illos, ¿Qué vamos a hacer hoy? - preguntaba Daniel.

"No sé vosotros, yo descansar y ver la vuelta ciclista..." decía el abuelo a la vez que se caía en el sillón y cerraba los ojos.

La cabeza de Diego se puso en marcha. ¿Qué se podía hacer un sábado por la tarde en Quintanar? Se levantó y el resto de niños le siguió hasta la cocina, todos menos María que dormía con el abuelo y la vuelta ciclista.

En la cocina estaba Eva, la madre de Paula y Julia, y la Tía Sandra, hablando y tomando café, pero cuando vieron a los niños, sospechosamente se quedaron calladas con media sonrisa puesta en la cara.

- Hola chicos, ¿qué hacéis? - preguntó la Tía Sandra.

"¡Nada!" dijeron los niños a la vez.

- ¿Por qué no jugamos al escondite? Me pido contar - dijo la Tía y empezó a contar muy rápido: unodostrescuatrocincoseissiete...

"Si vais a salir a la calle, poneros la chaqueta, ¡eh!" decía la madre de Paula y Julia mientras los niños salían disparados buscando el mejor escondite.

- ¿Te vas a poner a jugar ahora al escondite, Sandra? - preguntaba Eva.

"Sí, es para tenerlos distraídos hasta que llegue eso, ya sabes, de lo que estábamos hablando antes. No vaya a ser que les estropeemos la sorpresa. Es que tengo que estar yo en todo, eh, con lo que quiero yo a estos niños..." y Paula ya no pudo escuchar más porque la Tía Sandra gritó: "¡VOY!" y se escondió detrás de la puerta, sumiendo la barriga para que no se notará que estaba allí. 

Mientras, Daniel había ido corriendo y se había metido debajo de la cama, pero no le pareció un buen sitio, asique se metió dentro del armario, pero tampoco le pareció buena idea y cuando estaba a punto de salir de la bañera, escuchó los pasos de sus tías y se quedó muy muy quieto.

"...entonces yo creo que les va a gustar porque el año pasado se lo pasaron genial, ya tengo ganas de que María crezca un poco para que también disfrute,..." escuchaba Daniel "trae unas pocas mientras llegan Virgi y Patri, yo voy a ver dónde están los niños".

Julia era muy buena jugadora del escondite, se había escondido debajo del sofá y se reía mientras escuchaba al abuelo roncar. 

"ji ji ji el abuelo hace GRRRRRRROOOO ji ji ji" –pensaba.

Escuchó a la Tía Sandra comer algo, pero, aunque tenía hambre, no se movió ni un pelito para que no la vieran.

Diego, salió corriendo hacia la habitación del abuelo en cuanto escuchó el "¡VOY!" de la Tía Sandra. Entró y cerró la puerta con cuidado, se metió detrás de la cortina y que quedó muy quieto cuando escuchó hablar a su tía.

"Oye, ¡qué ricas, Eva! Estoy deseando que lleguen de Zamora para poder..." 

-SHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH- dijo Eva - ¡No seas bocazas! 

"Uy, sí, vamos a seguir buscando que al final voy a perder yo" - dijo la Tía Sandra.

Al cerrar la puerta Diego escucho un puRRRFFF, seguido de un "lo siento", pero no entendió nada hasta que como una niebla espesa, un olor a pedete se extendió por toda la habitación, le llegó a la nariz y le hizo toser: "Cof, cof, cof".

Julia volvió a escuchar a su tía pasar por el salón y arrugando la nariz dijo: ¡caca, caca, caca, caca! Y Paula, que la escuchó, sigilosamente se le acercó y le dijo:

"Calla Julia, yo también lo he olido, pero si sigues hablando ¡nos van a descubrir!"

Diego iba a salir de la habitación, escapando del mal olor, cuando Daniel entró corriendo y cerró la puerta.

- Jo, Diego, no veas como huele en el baño... ¡puag! pero si aquí… ¡también huele!

"Yo no he sido, ¡lo juro! Creo que ha sido la Tía Sandra... Este olor..." decía Diego pensativo.

- Mira, la abuela Carmen -se fijó Daniel en una foto que había en la mesita- ¡qué guapa!

Y es que la abuela Carmen un día, decidió hacer las maletas e irse al cielo y desde allí ver y cuidar a toda su familia, y aunque todos la echaban muchísimo de menos, respetaron su decisión.

- ¡Sí, qué guapa la abuela Carmen, cómo la quiero! ¡cómo le gustaban mis dibujos! ¡y cómo le gustaban las castañas! Este olor.... Este olor... es de ¡¡pedo de castaña!!

Diego recordó todas las veces que su abuela les había advertido que comer muchas castañas asadas, producía muchos gases en el estómago, o lo que es lo mismo que los niños se convirtieran en globos rellenos de gas oloroso, en pequeñas bolas de aire con olor apestoso, en un saco de pedos, para ser más claros.

Entonces agarró a Daniel de la mano y corrieron al salón para buscar a las chicas. Paula y Julia seguían escondidas debajo del sofá y María dormía al lado del abuelo.

-Creo que lo tengo – dijo Diego en el oído de Paula.

Diego se acercó muy despacio al durmiente abuelo, y metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y ¡voila! Había cuatro castañas asadas y todavía calentitas. Se repartieron las castañas y las saborearon.

"Podemos ir al taller del abuelo para ver si ya han puesto la estufa" susurró Paula.

-Muy buena idea Paula, pero hay que tener mucho cuidado, no vaya a ser que nos acerquemos y… - decía Diego, pero Paula no le dejó continuar la frase:

“¡Y te quemes la chaqueta como Daniel el año pasado!” – gritó Paula.

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJA

A los cuatro niños les dió un ataque de risa, se rieron tanto tanto que despertaron al abuelo y a María, que se puso a llorar. 

“Yo soy la Castañera, castañas te traigo yo, son ricas y redonditas, todas de color marrón…”- le cantaron los niños a la pequeña María que dejó de llorar al instante.

La tía Sandra abrió la puerta a sus hermanas que venían con mucho frío, y escucharon a los niños cantar.

“¡Ay! Pues sí que ha sido un secreto…” – dijo la Tía Virgi negando con la cabeza. 

Diego fue corriendo a darle un abrazo a su madre. Paula, Julia y Daniel dijeron: “Por mí y por todos mis compañeros” terminando así el juego y ganando a la Tía Sandra, que ponía caras graciosas.

-Bueno, chicos, habéis descubierto el pastel, ¿Quién quiere ir al taller a poner las castañas en la estufa? – preguntó la Tía Sandra con papeles de periódico en la mano.

“Yoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo” – dijeron los niños.

Todos juntos fueron al taller del abuelo “illos” y mientras se asaban las castañas en la estufa, los niños explicaron cómo el recuerdo de la abuela Carmen les había ayudado a descubrir la sorpresa; asique muy felices y contentos cantaron otra vez la canción de la castaña a grito pelado:

“Yo soy la Castañera, castañas te traigo yo, son ricas y redonditas, todas de color marrón.

Te puedo vender una, te puedo vender dos, con ellas te regalo, alegría e ilusión.

Cuando llegue el otoño, salimos a pasear,  y con las ricas castañas,  tus manos calentarás”.

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡PRRRRRRRRRRRRRRRRRRRFFFFFFFFFFFFFFFFF¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

A la Tía Sandra con la emoción de la canción se le escapó otro pedete.

Los niños se rieron y le recordaron a su Tía que las castañas son muy pedorras.

¡¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, quien no levante el culo, se le quedará pegado!!

FIN


viernes, 3 de junio de 2022

MISTERIOSO CASO EN QUINTANAR DEL NILLA

 (Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)


Era una fría mañana de domingo en Quintanar del Nilla.

Diego se despertó en su cama y al abrir los ojos  vió a su hermano Daniel todavía dormido.

Se levantó y fue al baño, pero la puerta estaba cerrada.

Bajó las escaleras y se encontró con su abuela Carmen. 

“Diego, cariño, hay chocolate con churros para desayunar”– le dijo su abuela.

-¡Bien! Voy a hacer pis y ahora mismo voy a desayunar.

Cuando salió del baño Paula, Daniel y Julia, ya estaban a la mesa.

- Buenos días, Diego – le dijo Paula.

Julia con todo el morrete de chocolate, sonrió con alegría y Daniel con la boca llena de churros le guiñó un ojo.

Desayunaron todos juntos en la mesa. Y después, con la barriga bien llena de churros y chocolate, surgió una gran pregunta:     ¡¿Dónde está la tía Sandra?!

La tía Sandra era la tía más potita de todos los tiempos, querían a su tía Sandra tanto o igual que a sus otras tías, la tía Sandra para estos niños era como la hermana pequeña de sus madres, pero sobretodo la tía Sandra era una gran churrera. 

- ¿Dónde está la tía Sandra? – preguntaron a su abuela Carmen.

Pero la abuela Carmen no sabía nada, se encogió de hombros y siguió comiendo churros de la bolsa. 

“La tía Sandra nunca se pierde un domingo de chocolate con churros”- pensó Paula.

“Nunca, en toda la historia de domingos de chocolate con churros, ha faltado la tía Sandra “– Pensó Diego.

“Yo no sabo donde está, la tía Sandra” – pensó Daniel con mucha pena.

“No tá” – pensaba la pequeña Julia.

Se hizo el silencio en la casa. Los niños se miraron los unos a los otros. 

- ¡Hay que buscar a la tía Sandra! – exclamaron.  Daniel y Julia dijeron que sí, con la cabeza. Y los cuatros niños empezaron a buscar.

Daniel, corrió por toda la casa con un loco, gritando: ¡tía Sandra, tía Sandra!

Julia comenzó a abrir todos los cajones de la casa, al principio para buscar a la tía Sandra, pero pronto se le olvidó y empezó a sacar todas  las cosas y a chuperretear  todo lo que le gustaba.

Paula, buscó por las habitaciones y cuando pasó por delante del espejo, no pudo resistirse y se colocó bien la coleta, puso caritas sonrientes, se miró y se remiró, pero tampoco vió a la tía Sandra por ningún lado.

Diego, viendo que así no llegaban a ninguna parte, propuso buscar en la casa algún mayor que les pudiera dar una pista.

Y sentado leyendo el periódico, se encontraron con el abuelo Miguel, más conocido como “abuelo calzoncillos”.

- Abuelo, ¿has visto a tía Sandra? – preguntaron.

“¿No va venido a comer los churros?” – dijo el abuelo sorprendido.

- No, no ha venido. No sabemos dónde está, ¿la has visto esta mañana? – preguntó Diego.

“Pues no la he visto, niños, no puedo ayudaros. Pero os dejo mi lupa de detective,  puede ayudaros a ver alguna pista escondida” – dijo el abuelo calzoncillos, mientras le daba a Paula la lupa que tenía guardada en el bolsillo de la chaqueta – “No me la perdáis, eh”.

- ¡Gracias abuelo illos! – le dijo Daniel.

Cogieron la lupa y siguieron buscando. 

Por el pasillo se encontraron con la mamá de Diego y Daniel.

- Mamá, ¿has visto a la tía Sandra? – Pregunto Diego.

“No, no la he visto, habrá salido por la noche con su amiga la Couguta” – dijo la mamá con una sonrisa mientras seguía su camino.

- Si ha salido con la Couguta, se habrá llevado el coche, ¡rápido, vamos a ver!  – dijo Diego. 

Y los demás le siguieron a la calle. Pero el coche de la tía Sandra seguía allí fuera aparcado.

“Voy a mirar si hay huellas con la lupa de detective” – dijo Paula.

- No, no, quiero mirar yo – decía enfadado Daniel.

“No, yo” – dijo Paula.

- No, yo – dijo Daniel casi llorando.

- Yo, yo, yo, yo – decía también Julia.

“¡Chicos, chicas! Pasad dentro” – les decía desde la puerta la mamá de Paula y Julia.

- Es que estamos buscando a la tía Sandra… – dijeron los niños a la vez.

“Venid dentro que hace mucho frío, y la esperáis aquí” – zanjó la mamá de Paula y Julia.

Los niños, desesperanzados, entraron en la casa y se sentaron juntos en el suelo del salón, encima de la rayuela de animales.

De repente, lo vieron claro. Si la tía Sandra, no había salido con la Couguta, el abuelo no la había echado en falta por la noche y la abuela había dejado churros guardados en la bolsa, solo podía significar que estaba en casa. 

Diego también recordó que el baño de arriba estaba cerrado  cuando se despertó.

- ¡Lo tengo! – dijo mientras se levantaba y salía corriendo hacía la parte de arriba de la casa. Los demás le siguieron. Al llegar al baño, llamaron a la puerta. Toc, toc.

“¿Síiiiiiii?” – dijo una voz-  “ahora salgo”.

Se oyó una cisterna, el cerrojo y unos pasos.

¡¡¡Tía Sandra!!!! – gritaron los niños contentos, a la vez que corrían a abrazarla.

- Estabas aquí, pensábamos que te habías perdido – dijo Paula.

“No te veíamos” – dijo Daniel con voz triste

-Tía Sandra, te hemos estado buscando mucho rato – dijo Diego haciendo más fuerte el abrazo.

Julia se agarró a la pierna de la tía Sandra y mientras se reía dijo: caca, caca, caca, caca,…

 “He estado todo este tiempo en el baño, si Julia, ha sido caca…” – comentaba la tía Sandra mientras bajaba las escaleras en busca de su chocolate con churros – “Por cierto, ¿alguien ha visto a la tía Virgi?” 

Los niños se volvieron a mirar, aun conservaban la lupa de detectives, tenían una nueva misión, encontrar a la tía Virgi, pero esa es otra historia…

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, y quién no levante el culo… ¡¡se le queda pegado!!


jueves, 2 de junio de 2022

LAS OVEJAS ABUELAS Y EL TERNERITO

 

Beeeeeeeee, beeeeeeee! – se oía por toda la granja- beeeeeeee, beeeeeeee!

¿Cuándo pararán de gritar esas ovejas? – decía vaca-mú - ¡Ay, otra patadita!

Y es que vaca-mú estaba embarazada, tenía un bebé vaca creciendo en su tripita. Y el ternerito no paraba de moverse en la barriga de su mamá.

Beeeeeeee, beeeeeeee! – se volvía a oír en el lugar.

Esa misma mañana, vaca-mú fue a beber agua al abrevadero que compartían con las ovejas.

¡Uys!, parece que mi ternerito quiere nacer – de cuatro empujones, nació el ternerito más bonito de todo el pueblo, bebé-mú.

Todos los animales de la granja estaban contentísimos, por fin podrían ver al bebé.

Beeeeeeeee, beeeeeeee! – se oía por todos lados.

Vaca-mú, estaba muy cansada, no tenía paciencia para más beeeeeeees, asique se acercó a la valla de las ovejas y dijo:

ShhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Las ovejas asustadas se callaron.

Durante todo el día no hubo más beeeeeeees, la granja parecía un desierto, no se oía ni un ruido.

Esa noche, solo había silencio hasta que bebé-mú comenzó a llorar:

¡MuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAAAA, MuaaaaaaaaaaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAA!

Vaca-mú acercó a bebé-mú contra su cuerpo para darle calor, pero bebé-mú no paraba de llorar.

Vaca-mú probó dándole un poquito más  de leche, pero nada.

Le acarició la cabecita, pero nada.

Le meció un poco, balanceando sus patas al compás, pero nada.

Le frotó la barriguita, pero nada.

Entonces contra todo pronóstico, las ovejas abuelas comenzaron a gritar de nuevo:

Beeeeeeeee, beeeeeeee, beeeeeeee, beeeeeeee, beeeeeeee, beeeeeeee, beeeeeeee, beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

Su balido sonó por toda la granja, desde el estanque de los patos, hasta el establo de las vacas.

Bebé-mú, dejó de llorar al escuchar a las ovejas cantar; se calmó y se durmió.

¿Cómo  se ha calmado tan rápido mi bebé?- preguntaba vaca-mú.

La explicación eran muy sencilla, las ovejas habían balado mientras que el ternerito había estado en la barriguita de su mamá y desde allí había podido oír todos esos beeeeeeees, ¡Y se acordaba de todos ellos como si fueran una canción!

Vaca-mú, nunca más pidió callar a las ovejas. Y es que como eran abuelas eran  las más sabias.

Todas las noches balaron para el ternerito.

Bebé-mú y las ovejas abuelas se quisieron para siempre.

Marilibro: En los juegos olímpicos.

  Un día, en la biblioteca del cole, estaba Marilibro leyendo un cuento sobre deportes, tan concentrada y tan atenta estaba que comenzó a se...