lunes, 30 de mayo de 2022

LA VISITA INESPERADA

 

Había una vez una familia de conejos que vivían en su madriguera. Eran muy felices en el monte Pajariel; tan verde, tan lleno de árboles y arbustos con muchos frutos.

Un día toda la familia se despertó con un sonido sospechoso.

Crunch, cruch, cruch, cruch – sonaba por todo el lugar.

El papá y la mamá abrieron la puerta de la casa-madriguera lentamente.

¡Pero que ven mis ojos! – exclamó el papá.

No puede ser,  ¡no hay derecho! – dijo la mamá muy enfadada.

Delante de sus narices había una ardilla comiéndose las zanahorias de su huerto.

Eh, tú, vete de aquí, ¡este es nuestro huerto! – gritó desde la ventana el pequeño conejito.

La ardilla les miró con los ojos un poco llorosos, puso pucheros  y agachó la cabeza.

- Lo siento, llevo varios días perdida por este monte, ¿sabéis dónde está el parque del Temple?

Los papás se dieron cuenta que la ardilla estaba realmente hambrienta, cortaron unas cuantas zanahorias, unos frégoles, unos nabos y unas berzas, e hicieron pasar adentro de la casa a la ardilla.

Se sentaron a la mesa y mientras el papá preparaba las verduras, la mamá salió a buscar agua al río Sil, que estaba muy cercano a su casa.

Los dos hijitos conejos no entendían nada. Había pillado infraganti a la ardilla mientras les robaba  las verduras de su huerto, las que tanto les costaba a sus papás cuidar, ¿Por qué sus papis habían dejado entrar en la casa a un desconocido?

Pero en cuanto vieron comer a la pobre ardilla, en seguida lo supieron.

- ÑAM, ÑAM, ÑAM – comía la zanahoria.

- CRUCH, CRUCH, CRUCH – masticaba los fréjoles.

- MUK, MUK, MUK – “rañaba” los nabos con su dientecitos.

- CRAC, CRAC, CRAC – engullía las berzas.

- GLUP, GLUP, GLUP – y se bebió toda el agua.

La ardilla, contenta y un poco avergonzada, dió una y mil veces las gracias a la familia de conejos.

- ¡Muchas gracias, amigos! Sólo me queda una última cosa, ¿podríais indicarme cómo llevar al parque del Temple? Allí vivía con mi familia hasta que me entretuve buscando piñones en un árbol y se me hizo de noche…

Sin problemas ardilla, te acompañaremos encantados – dijo el papá mientras la mamá y los hijos asentían con la cabeza.

¡Sí, sí, nosotros también queremos ir al parque! – gritaban los conejitos.

Caminaron entre los árboles, cruzaron un par de huertas, saltaron dos vallas de madera y giraron a la derecha, después saltaron por el colegio de los niños y cruzaron una carretera mirando muy bien hacia los dos lados y llegaron al parque.

¡Mirad, mirad! ¡Allí están mis padres! – dijo la ardilla.

Tras una pequeña reprimenda, los padres de la ardilla le dieron un gran abrazo. Acudieron en seguida a agradecer a los conejos la ayuda prestada a su hija.

Y así, conejos y ardillas celebraron el reencuentro y la nueva amistad.

jueves, 26 de mayo de 2022

COMO TODOS LOS DÍAS

 Un día de verano el lobito Perry se despertó en su cueva, como todos los días.

Se desperezó y salió a ver el sol, como todos los días.

Saludó a su vecino el zorro, como todos los días. Y como todos los días el zorro le respondió: 

- ¡Ay, lobito lobito! ¿Vas a bajar otra vez al pueblo? ¡Pásatelo muy bien!. 

"Sí, señor Zorro, así lo haré" contestaba Perry, como todos los días.

Asi que el lobito, bajó del monte por el camino de piedras, como todos los días. 

Bebió agua fresca de la fuente, como todos los días. Y como todos los días, estaba esperándole allí su amigo, el niño Miguel.

- ¡Buenos días, Perry! Toma, te he traido pan con jamón. Cómetelo todo que hoy vamos a ir a muchos sitios a jugar - decía Miguel, como todos los días.

"Auuuuuuuuuuu, auuuuuuuuuu, auuuuuu" decía Perry. Y Miguel sabía lo que quería decir.

Despues, salían corriendo a todo correr, como todos los días.

Miguel en su bici, y el lobito con sus patas. Y como todos los días, pasaban por la calle principal del pueblo, saludando y sonriendo:

-¡Hola, señora Gloria! ¡Buenos días, Roberto! ¡Hasta luego, Rogelia! - gritaba contento Miguel.

"Auuuuuuuuuuu, auuuuuuuuuu, auuuuuu" decía Perry. Y toda la gente del pueblo, sabían lo que quería decir.

La gente al verles pasar sonreían y agitaban sus manos, como todos los días.

Al pasar por las afueras del pueblo, corrían por los caminos de las huertas, y como todos los días, olían las flores y las frutas de los vecinos.

Cuando llegan al final, como todos los días, bajaban la cuesta que les llevaba al río, y en la bajada Miguel soltaba los pies de los pedales y gritaba:

- Yupiiiiiiiii - muy alto.

"Auuuuuuuuuuuu" decía Perry también.

Y, como todos los días, hasta que no paraban de bajar no dejaban de gritar.

Una vez abajo, Miguel le lanzaba una piedra al río, y  como todos los días, Perry se tiraba a buscarla muy contento.

Después de jugar mucho rato en el río, volvían al pueblo. Y como todos los días, Perry y Miguel se despedían con la ilusión de volver al día siguiente.

martes, 24 de mayo de 2022

CONFLICTO Y COLABORACIÓN

 1er Cuento (Conflicto):


Había una vez, un gato callejero que vivía en el puerto de la ciudad de Bocarte, se llama Ozzy. 

Bocarte era una ciudad pequeña que se dedicaba principalmente a la pesca.

Ozzy dedicaba la mayor parte del día a conseguir alimento para su numerosa familia gatuna. Se tiraba al mar una y otra vez, en busca de algún distraído pez que cayera bajo sus garras de gato.

A unas pocas manzanas de allí, vivía una familia de gaviotas. Tripi era el padre, el único responsable de traer la comida a casa, desde que su mujer estaba incubando un nuevo huevo.

Un día Ozzy y Tripi coincidieron en el puerto para buscar sustento. La gaviota subida en lo alto de una farola miraba con recelo al gato. Ozzy, por el rabillo del ojo no se perdía detalle de cada movimiento de pájaro. 

Ambos vieron una oportunidad única de atrapar un pez rechonchete que despistado nadaba justo debajo de sus pies. 

El gato sacó sus uñas a la vez que gritaba "¡El pez es mío, pájaro loco!", la gaviota afiló su pico mientras elevaba la voz "¡Fuera de aquí, gato perezoso!" y se lanzaron al agua.

El pez que vio las intenciones de los dos padres de familia, nadó tan rápido como podían sus aletas y desapareció mar adentro.

La gaviota y el gato perdieron la oportunidad de pescar una buena pieza por su egoísmo, algo que tras varias trifulcas, cambiaría.



2o Cuento (Colaboración):


Había una vez, un gato callejero que vivía en el puerto de la ciudad de Bocarte, se llama Ozzy. 

Bocarte era una ciudad pequeña que se dedicaba principalmente a la pesca.

Ozzy dedicaba la mayor parte del día a conseguir alimento para su numerosa familia gatuna. Se tiraba al mar una y otra vez, en busca de algún distraído pez que cayera bajo sus garras de gato.

A unas pocas manzanas de allí, vivía una familia de gaviotas. Tripi era el padre, el único responsable de traer la comida a casa, desde que su mujer estaba incubando un nuevo huevo.

Un día Ozzy y Tripi coincidieron en el puerto para buscar sustento. La gaviota subida en lo alto de una farola miraba al gato. Ozzy, que se dio cuenta, le pidió que bajara:

"Buenos días, gaviota, estoy aquí para conseguir comida para mi familia, podríamos ser socios, seguro que entre los dos, no se nos escapaba ni un pez, tengo una idea..."- dijo Ozzy.

La gaviota escuchó atenta e inmediatamente pusieron en marcha el plan.

El gato se lanzaba desde el puerto al agua y asustaba a los peces que salían despavoridos en dirección contraria, la gaviota aprovechaba confusión y los atrapaba con su pico. Después de cada jornada laboral, los socios se repartían los peces a partes iguales.

Fueron siempre muy amigos y gracias a su colaboración jamás faltaron los peces en sus hogares.


miércoles, 18 de mayo de 2022

EL REGALO MÁS ESPECIAL DE PEDRIN

 Había una vez un niño que se llamaba Pedrin, vivía en una casa muy grande, llena de muebles, cuadros, cortinas, alfombras... Su habitación era muy grande y tenía montones de juguetes por todos lados.

Se acercaba su cumpleaños y como todos los años, siempre pedía juguetes nuevos. No sabía pedir otra cosa, porque cada vez que se aburría de alguno lo rompía, pensando que ya no le hacía falta, que ya conseguiría otro... 

Llegó el gran día y sus padres le organizaron la mejor de las fiestas, acudieron todos sus familiares y amigos y cada uno de ellos llevó una caja con un regalo.

Todos menos su abuelo José, que cansado de que su nieto fuera un caprichoso y un poco egoísta, llevó su regalo sin envolver y se aseguró de que no fuera un simple juguete.

Le llevó a Pedrin un perrito. A sus padres les pareció muy bien, porque ya no sabían que hacer para que Pedrin se portara mejor. 

Cuando Pedrin lo vio, se sorprendió mucho, ¿Qué iba a hacer él con un perro? Un perro necesitaba que lo cuidaran, comer, beber, salir a pasear... el no quería eso, ¡él quería que le cuidaran a él!

Esa noche el perrito se metió con él en la habitación a la hora de dormir. Pedrin intentó echarlo, pero fue imposible, el cachorro le había cogido cariño y quería estar con él a todas horas.

Cuando se despertó por la mañana se dio cuenta de que el cachorro estaba esperando a que se despertara. Bajaron a desayunar y le dio parte de su leche al perrito, que muy contento se lo agradeció con un lametazo. 

Al volver del cole, el perrito le estaba esperando en la puerta moviendo el rabo. Pedrin no pudo resistirse más y le dijo:

"Bueno, si te vas a quedar por aquí, habrá que ponerte un nombre, te llamaré Ron" - dijo Pedrin-.

Así con el paso de los días, vió como su amistad con Ron crecía y crecía. Pedrin se dedicaba al cuidado del perrito todos los días, le daba de comer, su bebedero siempre estaba lleno, le bañaba y le sacaba a dar un paseo todos los días. 

El niño aprendió, gracias al regalo de su abuelo José, que para ser feliz no hace falta tener muchas cosas, sino tener las más importantes.

Pedrin se hizo tan responsable, que hasta regaló parte de sus miles de juguetes entre los niños de su colegio y jamás volvió a romper ninguno.

lunes, 16 de mayo de 2022

LOS MARTES EN FAMILIA

 Había una vez, en un bloque de viviendas de Alcorcón, dos familias que compartían piso.

Abel y Mixo, eran los padres. Las mamás eran Patri y Lúa. Las hijas Sofía y Wanda. Y los bebés Miguelito y Misifú.

Como habréis podido averiguar, Mixo, Lúa, Wanda y Misifú era una familia de lindos gatitos. Todos en armonía vivían bajo el mismo techo.

Y cada día, los miembros de las familias hacían sus tareas. 

El papá Abel trabajaba de cámara de televisión y se levantaba muy temprano para ir a trabajar, siempre le acompañaba Mixo por si necesitaba ayuda con los cables, los micrófonos...

Patri y Lúa, las mamás, hacía unos meses que habían tenido a sus bebés, Miguelito y Misifú, pero ya se habían reincorporado al trabajo totalmente recuperadas.

Patri era enfermera y hacía el turno de noche en el hospital de la ciudad; Lúa le ayudaba con los enfermos que más cariño necesitaban, siempre se dejaba acariciar y ronroneaba con los pacientes más débiles. 

Por las mañanas llevaban al colegio a sus hijitas, Sofía escondía a Wanda en su mochila y salvo que se lo pidiera nunca asomaba el hocico por la cremallera y se quedaba dormida al calor de la clase.

Miguelito y Misifú, los bebés, acudían a la guardería local, allí cantaban, comían y dormían la siesta hasta que los papás les recogían muy contentos.

A la hora de cenar, Abel y Mixo, preparaban deliciosos manjares para sus retoños. La especialidad de Abel era la pizza, siempre  que la hacía de atún, los gatitos se relamían. 

Cuando se iban a la cama, Patri por teléfono les contaba los cuentos más alucinantes para soñar con aventuras toda la noche. 

Así, repartiendo las tareas, lograban llevar una vida muy feliz. Cuando alguien les preguntaban como lo hacían, ellos siempre contestaban que con mucho mucho amor.


jueves, 12 de mayo de 2022

TOMÁS

Tomás era un niño que vivía con sus padres en un barco. ¿En un barco? Os preguntareis. Sí, en un barco. Y no uno cualquiera, sino en un trasatlántico.

Su padre era pianista y su madre tocaba el contrabajo, y formaban parte de la orquesta de fiestas. 

Tomás, a sus 8 años, había viajado más de lo que muchos sueñan. Y durante estos años, había visto y conocido a muchas personas, a un hindú que comía bombillas, a la mujer más alta del mundo, a la niña Record Guinness de salto de comba, en definitiva, mucha y muy variada gente. 

Tomás soñaba con convertirse algún día en una persona especial como aquellas que veía.

Un día, cuando el barco había llegado a puerto, y Tomás había terminado sus deberes (porque vivía en un barco pero también tenía que hacer deberes), sus padres le dejaron salir a proa y ver como subían nuevos pasajeros.

Mientras observaba, escuchó una voz que le decía: "¡Eh, tú! ¡Eh, niño!"

Tomás miró a su alrededor, pero nadie parecía llamarle.

"Ehh, aquí abajo" - volvió a escuchar.

Cuando bajo la cabeza no podía creer lo que veía, ¡había un pez señalándole! Y no contento con eso, le lanzó una moneda de oro con la boca.

Desde aquel día Tomás supo que él era la persona más interesante que viajaba en ese barco.

lunes, 9 de mayo de 2022

PEDRITO Y CALIXTO

 Había una vez, un niño llamado Pedrito. Vivía en un pueblo de montaña con sus padres y sus abuelos. Le gustaba explorar los alrededores y conocía todos los rincones del lugar. Pero un día se despistó demasiado y se perdió. 

Llegó a un lugar que nunca había visto, con muchos árboles que no conocía; estaba tan asombrado mirando hacia arriba las ramas de los árboles, que tropezó y se cayó al suelo.

- ¡Ay! ¡Qué daño me has hecho! ¿Es que no miras por donde andas?

Pedrito se quedó sin palabras, había tropezado con un erizo que hablaba y tenía una púa clavada en su zapato.

- ¿Pero no vas a disculparte, niño? -dijo el erizo malhumorado.

"Perdone, me he perdido, no conozco este lugar, ¿Podría ayudarme a volver a mi casa? Creo que esto le pertenece" dijo Pedrito devolviéndole la púa al erizo.

El erizo le explicó a Pedrito que estaba en el bosque mágico y que todos los animales que vivían allí podían hablar. 

- Me llamo Calixto y soy un erizo - le dijo.

Pedrito, ilusionado se presentó también: "Mi nombre es Pedrito y soy un niño".

Calixto acompañó a Pedrito hacia la salida, mientras caminaban, iban hablando y se dieron cuenta que podrían ser amigos, a los dos les gustaba explorar por los bosques, bañarse en el río y comer manzanas. Se rieron al pensar como se habían conocido.

Cuando llegaron al pueblo de Pedrito, se despidieron y Pedrito prometió volver al bosque y Calixto esperarle allí todos los días.


domingo, 8 de mayo de 2022

LOS 3 AMIGOS

 Había una vez un patito que nadaba en un río. Se llamaba Fermín.

Y caminando en la orilla, había una tortuguita, respondía al nombre de Floripes.

Fermín se divertía picoteando las hierbas de la orilla, cuando escuchó una voz:

"¡Ay, por favor! ¿Quién me ha picado en la patita?" 

Fermín se fijó más y entre las hierbas descubrió una patita verde. 

- Perdona, no te había visto - dijo - Soy un patito, me llamo Fermín, ¿Tú que eres?

"Soy una tortuga, me llamo Floripes, ¿Porqué querías comerme una patita?" preguntó la tortuga.

- No quería comerte la patita, es que como es verde igual que las hierbas... 

"No te preocupes, todos nos podemos equivocar" dijo Floripes "Soy una tortuga".

Al otro lado del río un pececito llamado Paquito, buceaba contento.

Cuando tropezó con algo y se hizo daño en la cabecita. El pececito miró hacia arriba. Y el patito miró hacia abajo.

"¡Uy, qué susto!" grito Paquito. Y corriendo con sus aletas se escondió entre las hierbas.

- No te asustes, no pasa nada - le dijo la tortuga, que lo había visto todo - Todos podemos ser amigos.

Paquito, despacito, salió de entre las hierbas y se acercó a ellos cabizbajo.

"Es que acabo de nacer, y todavía no había visto a nadie" se explicó el pececito.

Fermín y Floripes sonrieron, Paquito parecía un pez muy simpático y no querían perder la oportunidad de conocerlo. Además se dieron cuenta en seguida que el pobre pececito tenía mucho miedo y recordaron todas las veces que habían tenido miedo.

"Paquito, yo soy una tortuga y Fermín es un patito, aunque somos diferentes no queremos hacerte daño y juntos podemos vivir en el río" dijo Floripes.

- Si, si, podemos ayudarte a conocer amigos - asentía Fermín con la cabeza.

El pececito se puso muy contento, no podía imaginar que haría amigos tan pronto.

sábado, 7 de mayo de 2022

CAPERUCITA ROJA Y SU ABUELO

Había una vez, en un pueblo pequeño, una niña llamada María, a la que todos conocían como Caperucita Roja, por una chaqueta roja con caperuza que siempre llevaba.

Un día, cuando llegó del colegio, su madre le preguntó si podía acercarle a su abuelo una cesta con sopa de pollo y miel con canela, ya que este no se encontraba bien.

Caperucita, aceptó encantada, le gustaba mucho visitar a su abuelo y si podía ayudarle, ¡mejor, que mejor!

Por el camino iba pensando en lo mucho que su abuelo le había cuidado. Recordó cuando iban juntos a la huerta a recoger fresas y nueces, como la llevaba en su carretillo cuando se le cansaban las piernas, y como siempre le buscaba el sitio más seco y fresco para comer la merienda, ¡Y vaya meriendas! El abuelo era un gran chef, hacía los mejores pasteles de crema del mundo, y ¡cómo estaban sus galletas! A caperucita se le hacía la boca agua. Iban tan absorta pensando en su abuelo, que no vió venir un lobo.

- Buenos días, señorita - le dijo este.

"Hola, buenos días" contestó Caperucita un poco asustada.

- ¿Vas tu sola por estos caminos? ¿Puedo preguntarte donde vas? ¿Y qué llevas en esa cesta? - preguntaba el lobo.

"Disculpe señor, no quiero ser mal educada, sólo quiero llegar a mi destino lo antes posible" respondió Caperucita.

Y sigió caminando. Ya más centrada, mientras andaba, se dió cuenta que el lobo la seguía. Mantuvo la calma y aceleró un poco el paso.

Cuando llegó a casa de su abuelo, llamó al timbre y este le hizo pasar.

- Caperucita, cariño, muchas gracias por venir a verme -dijo el abuelo.

No le dió tiempo a contestar a Caperucita cuando sonó el timbre de la puerta.

"Hola abuelo, he venido a verte en cuanto me he enterado que estabas un poco pachucho" dijo Caperucita "Perdona, pero estoy un poco preocupada, cuando venía hacía aquí, un lobo se interpuso en mi camino y me preguntó por la cesta" 

- No te preocupes más, el lobo es mi nuevo amigo. Como sabía que vendrías a verme le he pedido que se acerque para acompañarte, el problema estaba en que no te conocía, por eso te pregunto todas esas cosas para saber si eras tú mi nieta y no confundirse - contestó el abuelo, a la vez que hacía pasar al lobo a casa.

"Hola abuelo, ¿Asique esta es tu nieta?" - dijo el lobo sonriendo - "¡Vaya si anda deprisa! ¡No me ha dado tiempo a explicarme!"

El abuelo les presentó a los dos para que se conocieran.

Caperucita sonrío aliviada y un poco avergonzada. El lobo se dió cuenta que la niña lo había malinterpretado y también sonrió.

Abuelo, niña y lobo, charlaron toda la tarde y cuando Caperucita se fue a casa, el lobo la acompañó, solo por si a caso...

jueves, 5 de mayo de 2022

ERASE UNA VEZ EN ANATOLIA

 Había una vez una niña llamada Ana. El señor y la señora Tolia eran sus padres, ambos arqueólogos.

Ana, estaba acostumbrada a recorrer el mundo en busca de ciudades y civilizaciones perdidas. 

Un día, mientras estaban de expedición en la antigua ciudad de Septra en Egipto, Ana encontró un pasadizo un tanto pequeño.

Llamó a sus padres, que se acercaron de inmediato. 

"Ana, creo que acabas de realizar un gran hallazgo" - digo su madre. 

"Pero este pasadizo es tan estrecho y pequeño, que no se si podremos averiguar que hay al final" - comentó su padre.

- Tengo una idea, ¡Yo entraré en él! Soy pequeña y quepo perfectamente - gritó Ana emocionada.

Sus padres no estaban muy convencidos en un principio, pero contaban con un equipo muy sofisticado y fueron conscientes de que Ana no corría ningún peligro.

Ana entró en el pasadizo, dio cuatro pasos al frente y se quedó a oscuras, encendió la linterna de su casco y continuo caminando.

El pasadizo era de piedra caliza como las pirámides y comenzó a ver jeroglíficos, en perfecto estado y a todo color. 

- Mis padres van a ganar un buen ascenso con este descubrimiento - iba pensando Ana.

Al llegar al final del estrecho camino se adentró en lo que pareció una gran estancia, con la linterna de su casco vio una hilera de espejos y recordó el antiguo truco de los egipcios para iluminar habitaciones, colocó el primer espejo frente a otro y ¡Voilà! se hizo la luz.

A la niña se le quedaron los ojos como platos, ante ella se mostraba una enorme ciudad de juegos, toda hecha a una escala más pequeña. ¡Era una ciudad de niños de más de 3000 años de antigüedad! 

Cuando volvió con sus padres y contó al resto del equipo lo que había visto, nadie tuvo ninguna duda en dar nombre al hallazgo "Ana Tolia, la ciudad de los niños".


miércoles, 4 de mayo de 2022

EL LEÓN Y LA MANZANA

 Había una vez, un león llamado Kifat. Vivía en una manada de leones y leonas en la sabana africana. Le gustaban muchos los filetes, y todos los días se ponía las botas; igual le daba que fueran grandes o pequeños, gordos o flacos. Le gustaban tanto, que no comía otra cosa.

Un día de verano mientras dormía la siesta, se le apareció una manzana sonriente.

La manzana amarilla, le dijo:

"Kifat, león comilón, te creía más listo. Solo quieres comer filetes, ¿Acaso no sabes que yo y mis hermanas poseemos la más tierna carne?"

El león se despertó con un golpe seco en la cabeza. Se le había caido encima una de las manzanas del árbol bajo el que dormía.

No lo pensó ni un momento y se acercó la manzana a la boca y... ÑAM! de un solo mordisco se la comió.

Desde ese día, Kifat comía deliciosos filetes y jugosas manzanas a partes iguales.

lunes, 2 de mayo de 2022

GRITOS DE LA FRONTERA

 "Gritos de la Frontera"


Había una vez una niña que se llamaba Alegra. Tenía una abuela que vivía en un pueblo costero muy bonito, Gritos de la Frontera.

Le gustaba pasar los veranos con su abuela, y cuando no tenía que ir al colegio.

Su abuela se llamaba Rosa, pero ella le llamaba cariñosamente "yaya". 

Yaya era una abuela muy mayor, tenía 87 años pero estaba en muy buena forma y salvo porque era un poco dura de oido, no se notaban nada sus años. 

Alegra y yaya hacian muchas cosas juntas pero lo que más le gustaba a Alegra era ir al pueblo a hacer los recados.

La primera parada la hacian en casa de la señora Rufina. Rufina hacía pan y vendía barras y hogazas, tambien estaba un poco teniente asique hablaban entre ellas muy alto, asi:

¡¡RUFINAAAAA, PONME DOS BARRAS QUE ESTA AQUI MI NIETA!!, gritaba yaya.

- ¡AHORA MISMO, ROSA!, decía Rufina.

¡GRACIAS, RUFINA! ¡GRACIAS, ROSA! Y se despedian agitando la mano.

La segunda parada era la casa del señor Pio. Pio era el frutero del pueblo y tambien tenía que agudizar el oido para poder entender algo:

¡¡PIOOO, PONME LAS MEJORES MANZANAS QUE TENGAS, QUE ESTA AQUI MI NIETA!!, gritaba yaya.

- ¿COMO DICES ROSA? ¿QUE NO PUEDES ESTARTE QUIETA?, preguntaba con extrañeza Pio.

¡¡NO PIO!! ¡¡QUE ME PONGAS LAS MEJORES MANZANAS QUE TENGAS, QUE ESTA AQUI MI NIETA!!, gritaba yaya, mientras señalaba a Alegra.

¡GRACIAS, PIO! ¡GRACIAS, ROSA! Y con una gran sonrisa se despedian.

La tercera parada era la casa del señor Ventura. Ventura era el pastelero del pueblo, y tambien tenía un problema de oido, estaba como una tapia:

¡¡VENTURAAAAA, PONME UN PASTEL DE ALMENDRAS, QUE ESTA AQUI MI NIETA!!, gritaba yaya.

Pero Ventura no repondía. Asique "yaya" cogía aire y mientras gritaba le daba un toquecito en el hombro:

¡¡VENTURAAAAA, PONME UN PASTEL DE ALMENDRAS, QUE ESTA AQUI MI NIETA!!

Ventura se daba la vuelta y exclamaba:

- ¡¡HOLA ROSA!! ¡¡SI ESTA AQUI TU NIETA!! ¡¡NO ME DIGAS NADA, VOY A PONERLE UN PASTEL DE ALMENDRAS!!

¡GRACIAS, VENTURA! ¡GRACIAS, ROSA! Y Alegra cogía su pastel y con un beso se despedía de Ventura.

Aunque Alegra era muy felíz viviendo con sus padres en Silencio de Arriba, siempre echaba de menos Gritos de la Frontera, su yaya y sus gentes.

Marilibro: En los juegos olímpicos.

  Un día, en la biblioteca del cole, estaba Marilibro leyendo un cuento sobre deportes, tan concentrada y tan atenta estaba que comenzó a se...